“Un día”, dice un autor, “caminaba con mi padre, cuando él
se detuvo en una curva; y, después de un pequeño silencio, me preguntó”:
– Además del cantar de los pájaros, ¿escuchas algo más?
– El ruido de una carreta.
– Sí, es una carreta vacía.
– ¿Cómo sabes, papá, que es una carreta vacía, si no la
vemos?
– Es muy fácil saber si una carreta esta vacía por el
ruido. Cuanto más vacía va, mayor es el ruido que hace.
A lo largo de mi vida, pensando en la carreta vacía, he
comprendido que hay muchos hombres que van por la vida hablando demasiado,
interrumpiendo la conversación de los otros, presumiendo de lo que tienen,
menospreciando a la gente. Entonces, pienso en la carreta. Hay demasiada gente
que está vacía por dentro y necesita hablar y estar en medio del ruido para
acallar su conciencia, porque están vacíos. No tienen tiempo para pensar, ni
para leer y no pueden soportar el silencio para reflexionar y hablar con Dios.
Por eso, la humildad es la virtud que consiste en callar las propias virtudes y
permitirles a los demás descubrirlas.
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