Decía
Ghandi: “La verdad nunca daña una causa que es justa” La mentira es una forma
de eludir la realidad y por tanto la responsabilidad que tenemos de afrontar la
verdad de las cosas. Muchos trastornos personales, llevan asociada la mentira
como de evitar alguna circunstancia.
Para
ser sinceros, debemos procurar siempre la verdad, esto que parece tan sencillo,
a veces es lo que más trabajo cuesta. Utilizamos las “mentiras piadosas” que
en determinados momentos, las calificamos como de baja importancia, donde no
pasa nada. Obviamente una mentira pequeña, llevará a otra más grande y así
sucesivamente… hasta que nos sorprenden y corremos el riesgo de perder la
credibilidad.
Cuantas
veces nos justificamos usando todo tipo de argumentos, entre ellos la maraña de
frases hechas como: “Ve donde el corazón te lleve”, o “En medio está la virtud”
o la más peligrosa de todas; “Sé tú mismo” ¿Qué es eso de “sé tú
mismo” Pues algo válido si lo que significa es: exprésate, defiende tu modo de
vivir y no seas mentiroso contigo mismo. Pero no siempre es ése el sentido.
Bajo esas frases se pueden esconder algunas argucias morales.
Al
inventar defectos en una persona ocultamos el enojo o la envidia que tenemos.
Para ser sincero también se requiere “tacto”, esto no significa encubrir la
verdad o ser vagos al decir las cosas. Cuando debemos decirle a una persona
algo que particularmente pueda incomodarla, primeramente debemos ser
conscientes que el propósito es “ayudar” o lo que es lo mismo, no
hacerlo por enojo o porque “nos cae mal”.
En
algunos momentos la sinceridad requiere valor, nunca se justificará el dejar de
decir las cosas para no perder una amistad o el buen concepto que se tiene de
nuestra persona.
Reflexión:
Decir la verdad es como escribir bien: se aprende a fuerza de ejercicio.
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