martes, 24 de marzo de 2015

Reflexión: La sinceridad.

                     Decía Ghandi: “La verdad nunca daña una causa que es justa” La mentira es una forma de eludir la realidad y por tanto la responsabilidad que tenemos de afrontar la verdad de las cosas. Muchos trastornos personales, llevan asociada la mentira como de evitar alguna circunstancia.
            Para ser sinceros, debemos procurar siempre la verdad, esto que parece tan sencillo, a veces es lo que más trabajo cuesta. Utilizamos las “mentiras piadosas”  que en determinados momentos, las calificamos como de baja importancia, donde no pasa nada. Obviamente una mentira pequeña, llevará a otra más grande y así sucesivamente… hasta que nos sorprenden y corremos el riesgo de perder la credibilidad.
            Cuantas veces nos justificamos usando todo tipo de argumentos, entre ellos la maraña de frases hechas como: “Ve donde el corazón te lleve”, o “En medio está la virtud” o la más peligrosa de todas; “Sé tú mismo”  ¿Qué es eso de “sé tú mismo” Pues algo válido si lo que significa es: exprésate, defiende tu modo de vivir y no seas mentiroso contigo mismo. Pero no siempre es ése el sentido. Bajo esas frases se pueden esconder algunas argucias morales.
            Al inventar defectos en una persona ocultamos el enojo o la envidia que tenemos. Para ser sincero también se requiere “tacto”, esto no significa encubrir la verdad o ser vagos al decir las cosas. Cuando debemos decirle a una persona algo que particularmente pueda incomodarla, primeramente debemos ser conscientes que el propósito es “ayudar” o  lo que es lo mismo, no hacerlo por enojo o porque “nos cae mal”.
            En algunos momentos la sinceridad requiere valor, nunca se justificará el dejar de decir las cosas para no perder una amistad o el buen concepto que se tiene de nuestra persona.


Reflexión: Decir la verdad es como escribir bien: se aprende a fuerza de ejercicio.

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